El Gobierno anunció recientemente su decisión de que Chile no concurriera a la firma del denominado Pacto Migratorio de las Naciones Unidas, que tendría lugar en Marrakech.
Tras haber participado en todo el proceso de elaboración del texto e incluso luego que el propio Presidente de la República, Sebastián Piñera, expresara en la Asamblea General de la ONU su adhesión al acuerdo, se desistió a última hora de suscribirlo.
Las razones argumentadas han caído por su propio peso. Se dijo, primero, que se establecía un derecho humano a la inmigración, cuestión con la que el actual Ejecutivo no coincide, lo que no se encuentra en parte alguna del pacto.
Posteriormente, al comprobarse esta falacia se señaló que éste limitaba la soberanía del país para dictar sus propias regulaciones migratorias. Esto tampoco es efectivo, pues, por el contrario, se afirma expresamente la plena libertad de los países para imponer sus regulaciones.
¿Cuál es la razón real para no firmar? Pareciera que simplemente política.
El Gobierno, en serios aprietos tras el asesinato de Camilo Catrillanca, advirtió que podría sacar provecho comunicacional del tema, tanto para resintonizar con la ciudadanía, como para recuperar el control de la agenda.
Ello es tan evidente que el ministerio del Interior, en la voz del Subsecretario Ubilla, desplazó inexplicablemente a la Cancillería en la adopción y comunicación de una decisión que es claramente materia de la cartera de relaciones exteriores.
Lo sucedido es una improvisación grave. Habiendo estado el texto a disposición de las naciones por largos meses para su estudio y revisión, se termina adoptando una resolución, a sólo horas del encuentro, entre gallos y medianoche y sin un fundamento sólido.
El bochorno incluyó llevar una delegación del país al evento y anunciar públicamente el apoyo a través de las redes sociales, lo que posteriormente fue borrado en un intento burdo de cambiar la historia y disminuir la contradicción en nuestro actuar.
Por último, este hecho es un error diplomático grave. El fenómeno migratorio es esencialmente global. Los países han entendido que debe ser abordado en conjunto. No hay soluciones aisladas. Nuestro Gobierno, en cambio, cree que Chile puede enfrentar por si sólo esta problemática.
Nos ha dejado al margen de esta normativa junto con un puñado de países, donde están todos los gobiernos de extrema derecha del mundo, muchos de ellos con partidos manifiestamente xenófobos. Esos son nuestros socios en esta aventura.
En resumen, un bochorno político y diplomático que ha demostrado falta de rigor técnico del Gobierno, un uso político de temas de Estado, improvisación y una errada visión de las relaciones internacionales.
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