No nos perdamos, celebrar las fiestas patrias es celebrar un proyecto de país. La pregunta es si somos conscientes de este proyecto o si todos compartimos un propósito común. Como sea, esta fecha también invita a la reflexión, porque el país no es algo etéreo o ajeno, sino que se construye en la vida de cada uno de sus habitantes.
Mirando tantos niños que visten trajes típicos o que corren detrás de volantines, me pregunto ¿qué sueño de país tendrán ellos y de qué modo podríamos aprovechar esos sueños como sentido para nuestra celebración?
Imagino que les gustaría una patria que acoge, acompaña y estimula la creatividad y la solidaridad de los más pequeños, pero también siento que no hemos sabido dar cabida a tales sueños por las situaciones que han afectado a tantos jóvenes y niños, incluso uno de ellos que ha terminado quitándose la vida debido a tantas situaciones que no son fáciles de manejar.
Los jóvenes, niños y niñas toman de sus experiencias las herramientas que necesitan para la vida y por eso es importante que la educación los acompañe de modo integral, y ojalá en el seno de una familia, para que puedan encontrar el sentido de la vida.
En este proceso es clave lo que la sociedad resuelva como valores fundamentales porque un sentido de vida sólo será consistente en un contexto social donde se valore la vida en todas sus expresiones.
Por esta razón anunciamos que el valor de la vida, desde su concepción hasta su muerte natural, no es una consigna religiosa ni un discurso filosófico. Se trata de una convicción que se ofrece para dar sentido a la existencia de jóvenes, niños y niñas que necesitan seguir creciendo en ambientes sanos, seguros, donde derechos y deberes se conjugan armónicamente.
Como Iglesia estamos desafiados, cada vez más, a acompañar a los miles niños, niñas y familias que confían en nuestros colegios católicos, y también en los valores que podamos entregar a través de las clases de religión en otros colegios, a poder formar jóvenes sanos, niños y niñas felices que puedan ayudar a construir, no solamente unas buenas fiestas patrias, sino una patria que esté siempre en fiesta.
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