Sin lugar a duda, el Coronavirus es un enemigo de toda la humanidad en estos días, como lo describió la Organización Mundial de la Salud (OMS). Recordando algunas palabras importantes y controversiales de los últimos meses en nuestro país, podríamos decir que es “un enemigo grande y poderoso”.
Sin embargo, también, y como me gusta hacer la mayor parte del tiempo, ante toda situación debemos ser positivos y ver las ventajas y oportunidades que podemos obtener.
Es por eso que hago un ferviente llamado a todos los chilenos a militar y adherirse a este nuevo “movimiento social de lucha” contra el Coronavirus, mal que no distingue lugar de origen ni grupo socioeconómico. Este movimiento, a pesar de sus efectos adversos y de temor, nos puede permitir que nuevamente los chilenos, altos y bajos, rubios y morenos, nos unamos en pos del prójimo.
Hace solo unos días teníamos un país dividido, con delincuencia pura y dura desatada en las calles y con millones de chilenos enfrentados en discusiones acaloradas y de trinchera. Incluso las familias se habían distanciado justamente por las posiciones encontradas en cuanto a situaciones ocurridas en Chile hace semanas, años y décadas.
A pesar de lo anterior, este movimiento nos vuelve a poner prueba como sociedad, tal como ocurre cada vez que sufrimos con alguna calamidad, como, por ejemplo, el terremoto del norte grande, el megasismo del 27/F, los incendios de Valparaíso e incluso la misma Teletón.
Este virus que nos asecha ha permitido que nos tomemos una pausa para la reflexión y repensar nuestra manera de vivir, que es acelerada y visceral muchas veces.
También logró que nos preocupemos, pero no solo por nuestros seres queridos y familiares directos, sino que también por el vecino, el compañero de trabajo y la población en general. Por fin hemos comprendido que no nos debe dar lo mismo lo que ocurre con el de al lado.
Es un deber moral desterrar el individualismo. No importa si este conocido o familiar vive en Las Condes, Cerro Navia, Conchalí o Providencia. Hoy todos somos importantes y valemos lo mismo. Lo que te afecta a ti influye en mí directamente.
Seguramente, cuando esta pandemia vaya quedando atrás no faltarán los cabezas calientes y los oportunistas que querrán volver a encender la llama y desatar el caos que se generó en octubre y noviembre.
Ojo, que no me refiero a aquellos compatriotas que salieron a expresar su descontento y disconformidad contra ciertos rasgos de nuestra sociedad y la manera de conducir al país.
Muy por el contrario, a ellos les debemos agradecer por alzar la voz y encender una alerta que permitió que quienes nos dedicamos a construir desde lo público mejoremos la manera de hacer nuestro trabajo, para así evitar los abusos de algunos y a construir los cimientos de un Estado que se funde sobre una roca sólida, que es la solidaridad.
Por lo tanto, desde el sitial que me permite estar a la cabeza de una colectividad, reitero el llamado para todos los ciudadanos, y a todo el mundo político sin excepción, a transitar por la senda de la unidad y enfrentar nuestras miradas desde la inclusión y no enterrados en trincheras ideológicas que tanto daño han provocado.
El plebiscito constitucional es una hermosa oportunidad para sacar lo mejor de lo nuestro.
Condenemos y aislemos a los violentitas y a aquellos que solo propagan odiosidad y volvamos a ser ese país que aprende a mirarse a sí mismo con cariño y altura de miras, donde podamos construir entre todos, moros y cristianos, un Chile de corazón grande. Se puede.
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