Sería el propio Bernardo O´Higgins, uno de los Padres de la Patria, quien el 10 de enero de 1821 promulgaría un decreto en la naciente República de Chile, el que exigía a todos los practicantes de la salud en Santiago que se presentaran al, en ese entonces, Tribunal del Protomedicato, para mostrar sus títulos de médicos, cirujanos latinos y romancistas, farmacéuticos y flebótomos. Aun más trascendente, sería una nueva ordenanza en 1823, la cual obligaba a todos los médicos extranjeros a presentarse a un examen para ejercer en el país.
Es decir, desde aquellos tiempos ya se exigía a quienes querían practicar la medicina en la novel nación, una certificación para corroborar sus aptitudes, de forma que solo quienes estuviesen capacitados pudieran atender a chilenas y chilenos.
Y 193 años después, se sigue pidiendo un examen. Es natural, puesto que la sociedad tiene claro que es necesaria una evaluación exigente que permita que los mejor preparados puedan atender a la ciudadanía, lo que sin duda es un beneficio para todos.
Sin embargo, el Examen Único Nacional de Conocimientos de Medicina, el polémico Eunacom, no cumple dicho rol.
En el año 2003, sería la Asociación Chilena de Facultades de Medicina, Asofamech, quien implementaría el llamado Examen Médico Nacional, EMN, el que buscaba evaluar a los médicos titulados de las universidades chilenas. Tras la promulgación de la Ley N°20.261, el EMN dejaría de existir para dar paso al Eunacom.
Tal como la antigua examinación durante los albores de la república, la nueva norma legal buscaría establecer un requisito de ingreso a los cargos o empleos de médico cirujano en los servicios de salud del país, en los establecimientos de carácter experimental y en establecimientos de atención primaria de salud municipal.
Y aquí es donde aparecen las primeras interrogantes, ¿por qué los médicos que trabajan en el sistema privado no deben dar el Eunacom?
¿Es la medicina privada regida por una ley diferente?
¿Son quienes pueden ir a una clínica o sanatorio ciudadanos con distintos reglamentos que el restante 80% de la población, que se atiende en el sistema público?, ¿es esto una abierta discriminación?
El Eunacom es hoy un instrumento de selección administrado por la Asofamech, una especie de ‘Súper Facultad de Medicina’, sin ninguna posibilidad de ser fiscalizada por algún organismo estatal como los Ministerios de Educación y Salud. Y esa institución privada, es la que en realidad determina gran parte de la política pública de salud en relación al ingreso de médicos al sistema.
Más lamentable aun, es que se ha transformado indirectamente a este examen en un negocio, pues ya hay varias empresas con fines de lucro que preparan a los médicos para rendir el examen. Las universidades inclusive, de forma de asegurar que sus alumnos pasen el test, han adecuado sus mallas curriculares, eliminando tiempos de los internados en favor de horas específicas para preparar esta examinación.
Con ello se ha creado una especie de ranking de universidades de acuerdo a los resultados en el examen, lo que hace que la opinión pública interprete que ciertas instituciones son mejores que otras en función de su promedio en el test.
Además, la examinación no mide lo que para muchos es lo más importante que se necesita para ser un buen médico: las habilidades clínicas. Esto debido a que la calidad de un galeno es mucho más que el puntaje en una prueba, puesto implica conocimiento, responsabilidad y vocación de servicio, lo que es imposible de medir en 180 preguntas.
Junto a lo anterior, el Eunacom fija las cuotas de mercado, ya que establece una cantidad fija de profesionales de la medicina que pueden rendirla, la que este año ha sido de 1200, y que si la aprueban, pueden entonces ejercer en el sistema público en Chile. Sin embargo, la carencia de profesionales es de 3.795, según el último informe del Minsal.
En otras palabras, el Eunacom no sólo es una forma de discriminación regresiva, exigida solo para el sector público, sino que además limita el acceso a nuevos actores, generando el escenario crítico que hoy enfrenta la salud pública en Chile, donde millones de chilenos y chilenas están en la infame e interminable lista de espera, ya sea por una atención con un especialista o por una cirugía, con el agravante de que casi 60 mil personas han fallecido solo en los últimos 5 años esperando atención.
Es decir, un examen que viola el principio constitucional de acceso a la salud. Esto ha sido ratificado por un dictamen de Contraloría, la cual estableció que la Carta Magna está por sobre la exigencia de la certificación de esta examinación.
¿Y quién podría tener duda de aquello? Si la Constitución tiene como artículos trascendentales el respeto y cuidado de la vida de chilenas y chilenos, ¿por qué debe seguir existiendo un examen que no cumple con lo más importante, que es velar porque la ciudadanía no siga muriendo por falta de atención?
Es claro que el mecanismo del Eunacom ha actuado como una traba para encontrar soluciones, de las cuales la más oportuna y eficiente, sería la llegada de una misión de médicos extranjeros, por un plazo de dos años, hasta que los especialistas que están bajo formación de acuerdo al plan del Gobierno de Michelle Bachelet, estén capacitados para desempeñarse en el sistema público.
Algunos critican a los galenos de otros países. Sin embargo, según el Estudio de Usuarios de Salud del Minsal, un 65% de la población se ha atendido con ellos y de estos, un 56% dijo que los médicos extranjeros brindan una atención igual a los médicos nacionales y un 24%, indicó que es mejor. Esto ya que son 882 profesionales en todo el país, que sin haber dado el Eunacom, pero que gracias a que quienes los han contratado priorizaron la vida de los ciudadanos, están hoy trabajando en el sistema de atención primaria chileno.
Pero falta mucho aun. No solo los casi 4.000 especialistas para el sistema público de salud, sino que también mejoras sustantivas en las condiciones de trabajo, salariales y de carrera funcionaria de los médicos chilenos y extranjeros que actualmente laboran en los consultorios y hospitales del país, y que es donde se atiende al 80% de la población.
Puesto que las políticas públicas de mediano y largo plazo son imprescindibles para planificar, la postergación de la atención y las consecuencias familiares y sociales deben tener soluciones de contingencia para nuestra nación. La espera de cientos de miles de personas y sus familias interpela a la ética política y desafía a la sociedad completa, desde el gobierno hasta los profesionales de la salud.
Porque desde los tiempos del Chile colonial, que la situación de la salubridad en el país ha sido paupérrima: falta de médicos, recursos, carencia de más centros de atención, han sido el talón de Aquiles de la medicina en Chile por más de 200 años. Los hospitales se están construyendo, se le ha inyectado más dinero al sistema de salud, pero ¿dónde están los profesionales que faltan?
La opinión pública se divide entre quienes son reticentes a la llegada de médicos extranjeros sin que den una prueba, y quienes no preguntan de qué universidad o país egresó cada profesional – ni que puntaje sacó en el Eunacom –, sino que valoran la capacidad técnica, la calidad humana y más que todo, el hecho de poder ser prontamente atendidos y no seguir esperando años por una consulta.
Cabe señalar que el primer paso dado por O´Higgins para crear y desarrollar una medicina al servicio del pueblo chileno fue formar el capital humano de profesionales de la salud. Como eso tomaría años en realizarse, favoreció el ingreso a la sociedad chilena de extranjeros que se habían distinguido en las guerras de independencia, para lo que se dio ciudadanía a numerosos cirujanos y médicos extranjeros.
Porque ya en ese entonces, los Padres de la Patria tenían claro que lo trascendente, lo más importante, frente a todo, era la vida de los chilenos y chilenas.
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