El enjambre vandálico de los niñxs bchxs

Sergio Canals
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Este es el nombre del grupo vandálico (según los panfletos), que la madrugada del miércoles quemó cinco autos.La creatividad del nombre, que recuerda a la película “12 Monos”, corresponde sin dudas, a un grupo de la nueva generación Z postmoderna y neo anarquista.

Según ellos, lo hicieron contra “pedazos del sistema imperante y que merece todo nuestro odio y rabia”, debido a que representarían (con los “celulares”, “las consolas de juegos”etc…) la presencia “del estado y los poderes fácticos” que convertirían “la cotidianidad en una robótica secuencia de hechos que ni siquiera pasan por nuestra decisión”.

De allí, “la estrategia coordinada…por la anarquía y la vida salvaje”.

Gran proclama, con lo mejor del ideario anarquista de Proudhon, Bakunin, y Kropotkin.

“No más partidos. No más autoridad. Libertad absoluta del hombre y del ciudadano. Esta es nuestra profesión de fe política y social (…)(Proudhon).

“Nosotros, los anarquistas, no tememos renunciar al juez ni a la condena. No tememos declarar haz lo que quieras y como quieras (…) Hay que dejar que cada uno actúe como mejor le parezca, negar a la sociedad el derecho de castigar cualquier acto antisocial”(Kropotkin).

Para Bakunin, “debe desaparecer el Estado, por ser una institución temporal, transitoria, de la sociedad, propia de un estado inferior de la humanidad”.

Pero creo que esta mirada no es suficiente para darle sentido a la violencia que sólo parece “irracional”, porque sí parece tener el sentido de un nuevo anarquismo que propone y explora y defiende el autor James C. Scott, profesor de Ciencias políticas y de Antropología de Yale, en su libro del 2012 “Elogio al Anarquismo”.

En esta visión, no es necesaria la desaparición del Estado, ya que “no es el único enemigo de la libertad”, y podría ser también una opción viable con los cambios radicales correspondientes.

Además debiera practicarse “una defensa de la política, los conflictos y los debates”, rechazando “el cientificismo utópico” (que la elimina), no aceptando “el libertarismo que tolera (incluso estimula), las grandes diferencias en riqueza propiedad y status”.

El autor no duda en aclarar que “libertad y democracia son, en condiciones de desigualdad fragante, una farsa cruel, tal como bien lo entendió Bakunin. No existe libertad auténtica allí donde las grandes diferencias convierten los acuerdo e intercambios en poco más que saqueos legalizados”, generando una “violencia estructural”.

El centro de su propuesta, nacida de la desilusión referente a como han terminado las grandes revoluciones (y también las locales), destinadas a barrer con la desigualdad en nombre de la justicia y la libertad en la historia, es que “la cuestión es, que en las grandes diferencias en riqueza, propiedad y status, se burlan de la libertad”.

Todo esto impulsaría y daría fuerza a herramientas de lucha activa, (que no debieran sólo generar “confusión y caos”) con la “desobediencia y la insubordinación”, practicadas cotidianamente, en las luchas (a veces anómicas), para cambiar las condiciones que permitirían esta burla para la humanización y la personalización y destinadas a lograr una verdadera libertad.

¿Qué tal el “enjambre vandálico de los niños bichos”?

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