La pandemia aún no ha terminado. Lo dicen las cifras, lo confirman las estadísticas. Luego del desconfinamiento del casi 80% de la gente en la capital y regiones, hemos visto no solo un aumento sostenido de contagios, también descontrol en algunas regiones y ciudades de Chile.
A pesar de la evidente realidad y poca claridad en la entrega de las estadísticas por COVID-19, algunas autoridades del país insisten en volver a la “normalidad” como si el virus decidiera por si solo desaparecer de nuestro territorio.
Frente a la insistencia de que los niños y niñas de Chile
vuelva presencialmente a sus colegios, liceos, y escuelas, enumero una especie de “décalogo” de preguntas incómodas para aquellos que hoy tomarán la decisión de abrir las instituciones de educación en contextos de pandemia.
1. ¿Será una decisión participativa y vinculante, que incluya la opinión de toda la comunidad escolar, el volver a clases presenciales en pandemia?
2. ¿Se desarrollan mesas de trabajo territorial de carácter vinculante que incluyen estudiantes, padres y apoderados, transportistas, profesores, funcionarios,
municipalidad, sostenedores, y autoridades regionales para hablar sobre la pandemia?
3. ¿Existe una coordinación cercana entre la Atención Primaria de Salud (APS) y los Departamento de Educación Municipal (DAEM) de cada municipio para coordinar la
prevención y mitigación del contagio en la comunidad escolar?
4. ¿Presenta la vocería del MINEDUC y las SEREMíAS educacionales un nivel de credibilidad que fomenta el auto cuidado y el cuidado del otro a nivel de toda la
comunidad escolar en los distintos territorios de Chile?
5. ¿Tiene el MINEDUC una mesa científica autónoma para el análisis de los datos COVID-19 relacionados con la comunidad escolar y que sistematiza la información
científica en el mundo?
6. ¿Se considera la incorporación de una red chilena de investigadores en el extranjero que producen conocimiento y realizan recomendaciones para aprender de las experiencias en comunidades escolares en territorios que se asemejan a nuestra
realidad?
7. ¿Tiene toda la comunidad escolar acceso al internet y un computador para poder utilizar la red digital y así permitir la enseñanza distribuida e híbrida necesaria durante la epidemia y posteriormente durante la endemia?
8. ¿Permite la infraestructura escolar una ventilación adecuada en climas calurosos y fríos de modo de impedir el riesgo de contagio aéreo del virus? Por ejemplo, ¿existe
acceso continuo a baños con agua potable para el lavado de manos? o ¿hay disponibilidad de mascarillas para su reemplazo para toda la comunidad escolar?
9. ¿Hay un aumento del personal de apoyo para educar y monitorear la distancia física entre los alumnos de los distintos niveles de educación escolar?
10. ¿Están coordinados el MINEDUC y el MOP para desarrollar infraestructura escolar
conducente a la prevención y mitigación del contagio por COVID-19?
11. ¿Existe un plan para facilitar una estrategia híbrida de asistencia a la clase presencial por grupos de riesgo? Por lo mismo, cabe preguntar, ¿están todos los grupos de riesgo (profesores y funcionarios) libres de presión para poder continuar su trabajo desde casa?
12. ¿Conoce la población las cifras de contagio, trazabilidad, velocidad de contagio, y positividad real de la comunidad en que vive y las que atraviesa para llegar a la escuela, colegio o liceo?
13. ¿Existe un plan de apoyo psicosocial para cada comuna e institución escolar para la probabilidad de un brote y/o la muerte de un escolar o personal de la escuela por COVID-19?
14. ¿Están definidas las responsabilidades legales en caso de un brote de contagio y/o muerte de un alumno o alumna y/o trabajador de una escuela o liceo?
15. ¿Si un niño o niña se enferma en el colegio por COVID-19, tendrán los padres una licencia médica especial para cuidarlo?
La evidencia científica internacional acerca de la vuelta a la escuela no es conclusiva, es incluso contradictoria. Sin embargo, es necesario responder a estas preguntas de modo profundo y serio. Los invito a discontinuar la discusión binaria anteponiendo primero la salud de toda la comunidad escolar y su impacto en la vida nacional.
Las respuestas no se basarán necesariamente en la evidencia que presente el Lancet o el New England of Medicine, tienen que estar ajustadas a la necesidad de planificar como volver a una educación saludable e inclusiva.
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