Un mono porfiado es un juguete, generalmente de plástico, con una base de mayor peso que el resto del cuerpo, que asegura que cada vez que alguien lo golpea, el muñeco vuelva a ponerse de pie. Así mismo se comporta el ministro de Educación, cada vez que recibe un argumento en contra de la vuelta a clases en los establecimientos educacionales del país.
Poco importa si esos argumentos vienen de académicos o académicas importantes, como María Paz Bertoglia o Miguel O'Ryan, ambos de la Universidad de Chile, quienes han puesto acento en las condiciones epidemiológicas que deben cumplirse para un eventual retorno; o si vienen de los profesionales de la educación, como el Colegio de Profesores, que ha señalado enfáticamente que no están las condiciones para un retorno seguro.
Porfiado. Pero el adjetivo “porfiado”, tiene además una acepción que hace aún más precisa la comparación, a pesar de lo odiosa que pueda resultar.
Porfiado, viene del vocablo “porfía”, que a su vez deriva del latín “perfidia”, que según la Real Academia Española de la Lengua (RAE), quiere decir, “quebrantamiento de la fe debida”.
Y es que no quedan muchos adjetivos más, para hablar de alguien que no solo actúa porfiadamente, esto es a pesar de los argumentos técnicos, sino que además lo hace con perfidia, digamos, a pesar de que la evidencia internacional.
Nos referimos ya hace unos días, en un escrito anterior, al artículo de la revista The Science en que mediante una revisión narrativa de la evidencia producida hasta el momento, se concluye que no puede haber conclusiones, es decir, no se sabe, no hay un patrón predictivo que nos permita asegurar qué sucederá si se regresa a clases.
Hablamos también de las situaciones de Australia e Israel y de los rebrotes que comenzaron en las escuelas, como bien señaló el investigador Jeremy Howard de la Universidad de San Francisco. Días atrás, Alemania nos provee un nuevo ejemplo tras el cierre de dos escuelas, por nuevos casos de covid-19.
Poco le importa al ministro, que la evidencia apunte que los niños y niñas pueden concentrar entre un 10% y 100% más de carga viral que un adulto, lo que los convierte en súper vectores de covid-19 para sus familias.
De la misma forma que parece no darse por enterado que los niños y niñas no llegan volando a la escuela, sino que lo hacen en transporte público.
En la Comisión de Educación del Senado el 10 de agosto, el ministro nos habló de las medidas sanitarias para el transporte escolar, pero ¡señor ministro no sea porfiado, los niños y niñas pobres no van en furgón a los colegios, van en micro! ¿O será que no habló de transporte público, para omitir el estudio del Instituto de Sistemas Complejos de Ingeniería la Universidad de Chile, que señala que es imposible mantener el distanciamiento social adecuado en el?
El ministerio de Educación está al debe con las comunidades educativas, si insiste en su porfía, es menester que transparente cuáles son los argumentos científicos que ha evaluado y a quiénes ha escuchado, para tomar la decisión del regreso a clases; porque hasta el momento pareciera ser que su comité asesor es el mismo que recomendó al ex ministro Mañalich contabilizar a los muertos por covid-19 en la lista de los recuperados de covid-19.
La perfidia es una deslealtad. Eso es lo que hará el ministro si, dada la inexistencia de argumentos científicos, no aplica el principio precautorio y suspende ahora la tentativa de reabrir las escuelas.
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