En sus memorias, Gabriel Valdés, notable político y diplomático, relata su sorprendente encuentro con el entonces rey de España, Juan Carlos, en el palacio de la Zarzuela.
Un monarca que lo recibe vestido informalmente y que en plena charla abre una ventana y grita al jardinero que corta el césped que deje de meter ruido. La llamada de atención al empleado fue acompañada con una expresión muy castiza de la que tomó debida nota el invitado.
Esa espontaneidad tan frecuente en los 38 años de su reinado contribuyó a que muchos ciudadanos sintieran cercana a la monarquía e incluso, que los reticentes a la institución, olvidaran algunas desafortunadas actuaciones de los Borbones en España.
¿La historia se repite?
Juan Carlos I se ha marchado de España con destino a República Dominicana. Deja una carta en la que afirma que es por voluntad propia y debido a acontecimientos pasados y que involucran a su vida privada.
Es precisamente lo que se quiere saber. Si los hechos que son investigados en Suiza y España corresponden a actuaciones inmunes a su condición de rey en ejercicio o si son imputables por no haber sido declarados cuando ya no lo era.
La sombra de corrupción, de millones de euros de procedencia incierta ocultos en bancos de paraísos fiscales, de testaferros, de una amante despechada que entrega información explosiva, acecha a Juan Carlos I .
El rey “campechano”, bendecido por unos medios que cumplieron a rajatabla un pacto de silencio referente a ciertos comportamientos incorrectos y que ahora salen a la luz, pudo mantener una valoración alta entre los españoles.
El papel desempeñado por la monarquía para que la transición democrática reconciliara a un país dividido por una guerra civil y para que las puertas de Europa se abrieran a España tras cuatro décadas de dictadura sumó puntos a su favor.
Su intervención para impedir el golpe de Estado urdido por militares nostálgicos del franquismo, el 23 de febrero de 1981, fue la culminación de una etapa de esfuerzo y de capacidad de maniobra ante las adversidades que le granjeó popularidad.
Colaboradores próximos al rey Juan Carlos y periodistas que han seguido los pasos de la familia real, coinciden en que estos logros trastocaron la personalidad del rey. Al sentirse en lo más alto de la ola creyó estar sobre el bien y el mal.
Jaime Peñafiel, cronista real, relata que en cierta ocasión el monarca mostró su beneplácito por un regalo recibido. Alguien le recordó que esos obsequios debían declararse ya que pertenecían al Patrimonio Nacional. Sin cortarse un ápice el rey dijo:
- Yo no declaro nada. Que les den…
Sería la cacería de Botsuana y la caída en la que se rompió la cadera la que dejó al descubierto que el rey no era lo que la opinión pública creía. Su perfil más oscuro apareció sin tapujos en medio de una crisis económica y política.
Un monarca físicamente débil, vulnerable, pedía disculpas por una cacería de elefantes en un país lejano.
La aparición en escena de una mujer rubia, de nombre Corinna, a la que solo entonces los medios españoles pusieron cara y biografía, a pesar de tener conocimiento de su existencia, añadió la pasión que faltaba al culebrón.
En junio de 2014 don Juan Carlos anunció la decisión de abdicar a la Corona de España. Se convierte en Rey emérito. El paso al lado permitió a su hijo Felipe ser proclamado rey ante las Cortes Generales.
Han pasado seis años y la situación se complica.
En marzo, al conocerse la existencia de cuentas opacas del rey emérito, Felipe VI anunció que retiraba a su padre la aportación anual de 200 mil euros de los Presupuestos de la Casa Real y su decisión de renunciar a una hipotética herencia proveniente de esos fondos bajo sospecha que son cuestionados.
Si el caso Urdangarín, el cuñado de Felipe VI en la cárcel por corrupción, provocó en el seno familiar una ruptura sin arreglo a la vista, el distanciamiento del actual rey con su padre es la apoteosis de un drama de Shakespeare sin sangre pero con muchas heridas.
El viaje voluntario o exilio del rey Juan Carlos provoca una crisis política que se veía venir. Incluso antes que llegara al poder la coalición de izquierda presidida por el socialista Pedro Sánchez .Lo peor es que añade otra incertidumbre al país, enfrentado a una pandemia que ha generado una crisis económica sin precedentes.
Monárquicos y políticos respetuosos de la Constitución claman para que se ayude a Felipe VI, hijo del rey caído en desgracia, en este difícil momento para la institución monárquica. Su soledad en la Zarzuela es notoria. No obstante, desde la Moncloa, sede del presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, se le asegura apoyo y continuidad tan como lo manda la Constitución.
El objetivo es diferenciar lo máximo posible el periodo de reinado de Juan Carlos I, que empezó con grandes expectativas y que acaba como el rosario de la Aurora, y la etapa actual, marcada por una crisis económica y social que exige esfuerzos compartidos no divisiones.
Los que nunca han visto con buenos ojos a la monarquía no ocultan sus anhelos de República. Estarían dispuestos a una reforma de la Constitución que regule los derechos y deberes del rey y la convocatoria de un plebiscito. Entre estos se cuentan Unidas Podemos, liderados por Pablo Iglesias, vicepresidente segundo del actual Gobierno.
Son palabras. Opiniones que han añadido más calor a un verano con altas temperaturas y a meses que anticipan animados debates.
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