Nature, la revista de ciencias más importante del mundo, acaba de publicar un estudio sobre el calentamiento global desde 1980 hasta nuestros días, el que confirma el aumento en la temperatura y lo que es peor, que las olas de calor son cada vez más comunes.
La investigación, titulada Global Risk of Deadly Heat, establece que dichas olas de calor pasarán de afectar a un 30% de los países como en la actualidad, a casi un 50% al final del siglo, aun cuando todas las naciones firmantes del Acuerdo de París cumplan con las metas establecidas de reducción de emisiones contaminantes.
En otra palabras, y aun cuando Trump no retirase a Estados Unidos del mayor acuerdo descontaminante de nuestros días, la temperatura seguirá subiendo año a año en nuestro planeta, algo que podemos corroborar con el inminente desprendimiento del gigantesco iceberg Larcen C de la Antártida, que mide alrededor de 5.000 km. cuadrados, y que aunque algunos expertos indican que sería un evento geográfico, todos coinciden en que el cambio climático ha influido en su ruptura.
Por ello nuestra preocupación. Pues aun cuando el calentamiento global es imparable y que las olas de calor son cada vez más intensas, nuestro país no se prepara para ello.
Vale recordar que el año 2003, Europa sufrió la peor oleada de calor en cinco siglos, la que provocó crisis sanitarias en diversos países y la muerte de aproximadamente 70.000 personas. Y solo hace algunos días vimos como otra afectó a Portugal, intensificando la propagación del gigantesco incendio forestal, que dejó a 64 personas fallecidas producto del avance incontrolable del fuego.
Esta ha sido la mayor tragedia de Portugal en su historia reciente, tanto por la cantidad de muertos como por las más de 30.000 hectáreas quemadas y según han señalado las autoridades, se pudo haber salvado la vida de muchos que perecieron en las carreteras de fuego, si estas hubiesen sido cerradas al tránsito, ya que tal como las imágenes han mostrado, el fuego atacó por ambos lados de los caminos, dejando a los automovilistas atrapados.
Basta recordar entonces que fuimos miles quienes transitamos por las carreteras chilenas escapando del fuego el pasado verano, con los incendios arreciando por ambos lados también y pese a ello, los caminos seguían abiertos.
A esto se suma que, de acuerdo a la escala global de medición de incendios establecido por la Lead Emergency Management Authority (LEMA), de la Unión Europea, lo ocurrido en Chile hace solo unos meses sobrepasó la previa quinta generación, el tipo más destructivo hasta entonces conocido, pues el incendio chileno se transformó en una tormenta de fuego, el primero de la llamada sexta generación, por la intensidad de la línea de fuego y la velocidad de propagación.
Entonces, si tanto la comunidad científica como los mismos hechos confirman el cambio climático y como este influirá cada vez más en la propagación de los grandes incendios forestales, ¿por qué el Gobierno de Chile no hace nada al respecto?
Hemos entregado diversas propuestas, tales como la creación de un ministerio de Emergencias, cambios en el Código del Trabajo que permitan mejoras en las condiciones de los brigadistas o la exigencia de una franja de seguridad entre los bosques y los sectores habitados, Proyecto de Ley, Boletín 9810-01, pero que no logran avanzar en el Parlamento debido a que el Ejecutivo no les da la urgencia necesaria.
Se necesita trabajar a la brevedad, no en unos meses y con las altas temperaturas encima; los científicos del mundo ya nos han advertido: las olas de calor vienen para quedarse y debemos estar preparados, por lo que es necesaria una acción combinada público-privada en materia de prevención, que permita tener barreras entre los monocultivos y las viviendas, el chequeo de los cables de alta tensión y la revisión de las carreteras.
Y lo que más indigna a la ciudadanía y que no logran entender en La Moneda, es que muchos de los chilenos y chilenas que fallecieron producto de las llamas el pasado verano, hoy estarían entre nosotros si hubiese existido una barrera entre los bosques y sus viviendas, un espacio de seguridad de medio kilómetro que no habría permitido que el fuego llegase hasta sus casas y que por tanto, perdieran la vida.
Por ello creemos que es clave darle urgencia a nuestra iniciativa que establece una distancia mínima de 500 metros entre predios forestales y asentamientos urbanos, pues sería la medida más rápida y efectiva para que Chile esté preparado ante las olas de calor de un nuevo verano.
Es absolutamente necesario entonces que el Gobierno le de urgencia a nuestro proyecto, de manera que se pueda aprobar a la brevedad, ya que es el único que permitirá de manera rápida y expedita proteger todas las viviendas a lo largo de Chile, antes de que llegue el verano, pues se obligará a las forestales a establecer una distancia mínima.
De otra forma, nuevamente chilenos y chilenas perderán sus vidas por la desidia de las autoridades, ya que no se ha hecho nada hasta el momento. No se han establecido políticas públicas para educar a la población en prevención; no se ha trabajado con las comunidades, no se han hecho franjas de seguridad, ni se le ha puesto urgencia a proyectos de ley claves para salvaguardar la vida de la ciudadanía.
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