Los periodistas no tienen Chapulín

Luego de la última marcha estudiantil los móviles de prensa tuvieron que arrancar.

Los encapuchados los atacaban igual como atacan a los carabineros, a los locales de bancos y grandes tiendas.

Será por pudor o por esa vieja máxima que el periodismo no es noticia, pero los medios no suelen destacar los ataques violentos a reporteros, gráficos, camarógrafos y móviles.

Lamentablemente se dan con cierta frecuencia y nadie parece angustiarse.

En el parlamento duerme un proyecto de ley que sanciona como delito de acción penal pública (perseguible por las fiscalías) el agredir a periodistas para impedir su labor de informar.

En Chile no es delito pegarle a un periodista cuando está cumpliendo su tarea en beneficio del público y sin legislar sobre el punto, varios políticos de todos los sectores, han hecho una verdadera especialidad criticar a los medios a la bandada por supuestas faltas de objetividad.

Desde el Presidente de la República, que se permite señalar que el país no está tan mal como “pretenden presentarlo los canales de televisión”.

Pasando por el presidente de RN, que realiza una verdadera cruzada para censurar una serie de ficción inspirada en los crímenes de la dictadura, hasta los varios políticos de la Concertación que reclaman una parcialidad de la prensa (“de derecha”, obvio) que estaría destacando los éxitos del gobierno y las guerrillas de la oposición.

Entre estos sectores están los que rasgan vestiduras porque TVN ocupa tres veces la foto del mismo encapuchado, los que cuentan con regla cuantos centímetros da El Mercurio a ciertas noticias y con cronómetro los segundos de policiales de Chilevisión.

Ni siquiera quienes se supone que más valoran el trabajo de los periodistas lo ven así.

En el diario Página 12 de Argentina, el Presidente del Colegio de Periodistas manifiesta que “En Chile la prensa es de derecha”, luego de llamar a apagar los televisores a la hora de las noticias.

Cuesta encontrar en el debate público voces serenas que sean capaces de ver luces y sombras.

Cuesta encontrar en nuestras elites, líderes que puedan evaluar a la prensa con independencia de sus posiciones personales.

A los periodistas les falta un Chapulín Colorado, nadie parece dispuesto a defender la calidad con la que hacen su trabajo.

A los gobiernistas que creen, como el Presidente, que los medios están buscando mostrar un país en crisis, podríamos decirles que pese a la crisis política evidente del gobierno, la prensa lo sigue mostrando eficiente, especialmente en materias de crecimiento económico, al tiempo que da cuenta de la crisis profunda de la oposición.

Para la otra vereda, a los que acusan a la prensa de “criminalizar” el movimiento estudiantil, podríamos señalar que TVN cubre la noticia con dos notas separadas, una para las demandas y otra para las protestas y la violencia.

Los demás canales han seguido este modelo que pone adecuadas fronteras. También podríamos recordar los reportajes de UCTV sobre los conflictos de interés al inicio del gobierno.

A los más de izquierda habría que decirles que también escucharan radios como Cooperativa, leyeran sitios como El Mostrador o El Quinto Poder y revistas como El Periodista.

A ratos pareciera que los líderes del “progresismo” sólo ven TV y leen El Mercurio. Nunca dan cuenta de la prensa en su conjunto. Un dato crucial: ningún gobierno llega al 26% de aprobación y casi un 70% de rechazo con una prensa obsecuente.

Nadie va a hacerse el inocente. Qué duda cabe que en Chile tenemos una prensa que limitada en términos de la diversidad social y cultural que ha alcanzado el país, especialmente en el ámbito de la prensa escrita. Pero ello es muy distinto a creer que los chilenos vivimos desinformados por una especie de complot de los medios.

Tener medios de calidad, que ejerzan en plenitud la libertad de prensa nos obliga a aceptar que no estaremos de acuerdo con todo lo que se publica. Los periodistas organizan información, la jerarquizan e intentan contextualizarla.

Ello muchas veces no será concordante con lo que opinamos. Esto es lo contrario a una prensa militante y es una garantía para la democracia.

Son muchos los periodistas que realizan día a día un trabajo de calidad y leal con el público, en medios grandes y pequeños, entregando información para que sea cada ciudadano el que tome sus propias decisiones.

Y aunque alguna elite no lo entienda, la gran masa lo valora. Así lo demuestra la masiva despedida al animador de televisión trágicamente fallecido, o la necesidad colectiva de conectarnos a la radio el sábado que nos quedamos sin luz.

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