¿Qué te pasa, Chile?

Recomponer la confianza se ha convertido en tarea nacional. En ese sentido el escucharse y respetarse, más allá de las diferencias, es imprescindible para reconstruir un clima de comunicación fructífero que permita avanzar. Para eso es necesario un tono, una inflexión, un modo de expresarnos distinto, no más insultos.

Hay canciones que forman parte del saber, del cotidiano. Conforman el alma del país. Nos suben el ánimo en momentos de decaimiento. Tal vez ni nos sepamos bien la letra, pero nos señalan una identidad, como por ejemplo el Todos Juntos de Los Jaivas. El debate público, al contrario, es como una melodía sin letra y con murmullo de fondo cargado­ de animosidad.

Todos tenemos y debiésemos tener un rol en la recomposición de nuestras conversaciones. Las comunicaciones no son solo un mensaje, también van determinadas por el tono o la emoción; ¿cuál es la emoción con que nos hacemos parte del debate? ¿Nos parece que contribuye a construir o más bien nos dejamos llevar por la ola y derruimos la confianza y la credibilidad? ¿Nos importa cómo influyen en el ánimo del otro?

¿Qué rol nos toca a los comunicadores, a los medios, a los académicos, o a los políticos y a los ciudadanos? El desafío es generar nuevos contenidos y mejores tonos, imponer el respeto como norma. Sin respeto no hay posibilidad de confianza. Sin confianza debilitamos la democracia y las instituciones.

Hoy pareciera que la duda no nos permite hacernos preguntas esclarecedoras, que la intención con la que nos comunicamos no tiene que ver con comprender al otro en lo que dice y en el cómo lo dice. En ese sentido, prima un tono de sospecha y conjetura que se retroalimenta constantemente, que solo se escucha a sí mismo en tono de bravata. Finalmente, a la hora de los quiubos, esta forma de comunicarnos se transforma en ruido que solo se queda en la forma, porque nadie termina escuchando al otro. Es decir, construimos verdades comunicacionales basadas en las maneras de decir, en las inflexiones, más que en la veracidad del contenido dicho o escuchado. Puro juicio, pura posverdad.

Si nuestras formas de comunicarnos están permanentemente condicionadas por la duda y la sospecha, si con ese telón de fondo pretendemos entendernos, creo no es posible construir confianzas. Más aún si es el enojo la emoción dominante. De ser esto así, difícilmente logremos escucharnos entre nosotros, difícilmente construiremos una comunicación constructiva.

La comunicación es imprescindible para identificar los problemas comunes y avanzar en sus soluciones. Para recomponer la confianza, las comunicaciones son centrales porque aportan contenido, generan conversaciones, abren comunidades.  

Las preguntas que nos quedan son: ¿cómo empatizamos si es que no nos respetamos?

¿Cómo nos comunicamos si no nos escuchamos?  ¿Cómo construimos comunidad si no sabemos qué nos pasa?

Como sociedad no solo tenemos que escribir juntos la canción, sino concordar un tono, solo así podremos entonar “todos juntos” la melodía.

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