Martes de octubre. 08.35 A.M. Metro de Santiago, dirección Los Dominicos (zona oriente de las capital).
Un día más que el subterráneo está lleno. Miro las caras de las personas y su descontento. Después de este viaje deben llegar a una jornada de trabajo de por lo menos nueve horas y hacer creer que se produjo tanto como en Dinamarca o Inglaterra pero con salarios del Tercer Mundo.
En pensamientos se asoma la violencia de Estado ante este tipo de situaciones. El pensar de un porcentaje de la población que trabaja, paga sus impuestos, consume en el sistema concentrado de capital, cotiza en sus cuentas individuales de jubilaciones y siente que todo eso no es suficiente para poder generar movilidad y mejoras sustanciales en sus vidas.
Cau-Cau, tren a Puerto Montt, redes de transporte interurbanos de las grandes capitales, tranvías en Antofagasta o Concepción, redes de buses adecuadas a una población más vieja en regiones, entre muchas otras han sido las propuestas para y con sus ciudadanos y habitantes, para aquellos que le dan forma y vida al aparato. Esas promesas no han sido cumplidas o se encuentran en fase de "estudio" perpetuo; esto es violencia que el Estado ejerce contra las personas, de forma silenciosa, pero negligente y constante.
Desde hace dos años al menos escuchaba en los pasillos de un partido de gobierno actual que ingresarían dos proyectos de ley al Congreso; uno de salud mental similar al Auge donde se garantizaría el ingreso equitativo a pacientes del sistema público y otro, que fortalecería el cuidado de los adultos mayores. Ambos grupos de riego de nuestra población. Ambos proyectos pospuestos por las emergencias políticas propias de los propios años.
Se dice que en nuestro país no hay plata. "No hay un puto peso" diría un directivo de Codelco. El problema es que si hay pesos y ellos son de todos y de nadie a la vez.
Están en la banca, están en las AFPs, están en los centros comerciales, aeropuertos, Inacap, autopistas y toda obra que se construye con plata prestada por parte de la "inmensa mayoría de chilenas y chilenos".Que te presten plata a una tasa de entre el 30 y 35% cuando los prestamistas la adquieran a tasas entre el 1 y 3%. Eso también es violento.
También es violento que esos proyectos no hayan ingresado, que los niños del Sename mueran, que parlamentarios busquen en una ministra un chivo expiatorio cuando todos los ministros de Justicia anteriores tienen responsabilidades y créame, también es violento pagar una tasa de interés por estudiar, cuando la educación no es un bien de capital, trabajar la tierra para vender sus frutos a un exportador y este gane en dólares una ganancia obscena y que con el consumo de todos al final ganen unos pocos.
Quizás ese debe ser el germen de la baja aprobación de Bachelet, la crítica a la "clase política" (todos hacemos política por cierto), del desprestigio del empresariado, la Iglesia y cuanta institución se sienta como amenaza; la gente se hartó de la violencia por parte del Estado y de las instituciones que lo sustentan.
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