El aumento exponencial que ha tenido el uso de la bicicleta en los últimos años lo puede notar cualquiera (de acuerdo a Conaset y otras fuentes, solamente Santiago registra más de un millón de viajes diarios), pero cabe ahondar en cómo este fenómeno ha afectado a las zonas urbanas, sus habitantes y la convivencia con otros medios de transporte.
Asimismo, resulta relevante analizar si acaso la ciudad estaba preparada para un crecimiento tan explosivo de las bicicletas, qué se ha hecho y qué se hará para controlar los aspectos negativos que pudo haber traído.
La reciente publicación de la ley 21.088, que estará vigente desde noviembre (plazo de implementación y adecuación) y que regula la convivencia vial de los distintos modos de transporte es, a priori, un paso importante para lo que se espera sea un mejor uso de la bicicleta.
De acuerdo con un estudio de la Mutual de Seguridad, el 58% de los ciclistas declara no usar casco y un 72% circula recurrentemente por las veredas, muchas veces a alta velocidad, lo que sugiere que aún no se le toma el peso suficiente a la educación vial.
Esto nos llama a aprovechar bien estos meses para concientizar a las personas, pues incluye nuevas normas para los diferentes medios de transporte que existen. De hecho, la nueva ley se hará extensiva a las escuelas de conducción y su contenido será incluido en los exámenes para sacar licencia de conducir.
Algunos de los cambios que vienen son que los ciclistas ya no podrán circular por las veredas, salvo excepciones, como menores de 14 años, adultos mayores, entre otros.
Deberán hacerlo sólo por las ciclovías y, de no existir éstas, por la calle, si bien en algunas zonas esto es bastante peligroso.
El 2017 hubo 3.853 accidentes de tránsito con bicicletas involucradas y resultaron 95 ciclistas fallecidos.
Como contraparte, los otros vehículos deberán mantener una distancia de 1,5 metros al momento de adelantar a un ciclista, tratando de amainar los riesgos a los que se expone este.
Así como éstas, hay otra serie de normas y un reglamento que emanará desde el ministerio de Transportes, pero lo relevante es quién, finalmente, va a fiscalizar que éstas se cumplan y quién compensará con sanciones a quienes no lo hagan.
Teóricamente esta labor recaerá en Carabineros, pero es evidente que por más esfuerzos que hagan, esto es muy difícil de fiscalizar. Por ello, lo central será cambiar la cultura vial y de tránsito de las personas, pues de nada sirven las leyes y las normas sin el respaldo del cambio cultural.
Considerando que las ciclovías son escasas y que serán los municipios quienes deberán encargarse de construir más de ellas y mantenerlas, será de vital importancia el apoyo que éstos tengan desde el gobierno central, dado que los recursos en unas y otras comunas son diferentes, así como los avances que ya se han hecho en aumentar la seguridad de los ciclistas y peatones.
Dado que en la última década fallecieron 1.183 ciclistas en accidentes de tránsito, es vital que el trabajo que se está haciendo no se sustente en una mera ley, sino que sea una tarea intersectorial, incluyendo, por ejemplo, como parte de los cursos dentro de los colegios.
Si no, no sólo el aumento del uso de las bicicletas tendrá un crecimiento exponencial. También lo tendrán las muertes asociadas a ellas.
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